viernes, 5 de diciembre de 2008

Capítulo II: La Fuga

Por lo general hago zapping de manera compulsiva, la tv se tornó muy aburrida estos últimos años… o tal vez fui yo quién cambió y no la televisión, ¿quién sabe? Esa tarde, mientras merendaba, me detuve en un canal de noticias rural. Era de esos pequeños canales regionales que sólo transmiten noticias locales. No le presté atención a la provincia de la cuál era originaria la señal, pero por la excitación de la periodista que transmitía, parecía pertenecer a un pequeño pueblo en donde nunca ocurría nada interesante: “… las dos prisioneras habrían escapado hace media hora y se presume que aún se encuentran ocultas en el pueblo. Utilizaron el río, aprovechando los deberes de limpieza para llevar a cabo su fuga. Las autoridades han desplegado una gran red policial para capturarlas…”. Mientras decía esto, se mostraban fotos de las prófugas. Eran dos hermanas muy bellas, de largos cabellos rubios y ninguna superaría los 25 años. ¿Qué acto habrá llevado a prisión a dos jóvenes que recién comienzan sus vidas?
Mi taza estaba vacía, así que apagué el televisor y me acomodé en el sillón a meditar sobre la cárcel y qué sería de mí en el futuro: ¿Alguna vez llegaría a la situación de estar preso? Por la ventana entraba una brisa cálida y agradable…
Repentinamente el televisor se encendió solo. Pensé que yo mismo lo había hecho apretando el control remoto con mi brazo sin quererlo. Pero eso era imposible, el control estaba sobre la mesa, lejos de mí. Miré la tv, y había una imagen estática de una habitación con rejas, una celda. ¡Esa imagen era tan real! Parecía que yo estuviera dentro de ella. Me costó darme cuenta, o mejor dicho, me costó aceptarlo: ¡Realmente estaba dentro de la celda!
Comprenderán que quedé totalmente paralizado por la impresión varios minutos. No es lo más agradable del mundo, ni mucho menos lo más normal, el estar tranquilamente mirando televisión en un instante y al siguiente aparecer dentro de ella, ¡y para colmo en una prisión! Si por lo menos hubiera estado viendo alguna película de Scarlet Johanson…
- Lucy, no te quedes ahí con esa cara de loca, vení a ayudarme a cambiar las sábanas, ¡siempre termino haciéndolo sola!
La persona que interrumpió mi ensimismamiento se encontraba en la otra punta de la celda, mirándome con expresión de regaño. Era la mayor de las hermanas prófugas que había visto en el noticiero minutos atrás.
- ¡Vos sos una de las que se escapó de la cárcel! – Dije, y mi voz sonó extrañamente aguda.
- ¡Te dije que no menciones eso en voz alta! ¿Es que querés que nos descubran? – Susurró mientras me tapaba la boca con su mano derecha. No había nadie más en nuestra pequeña celda, pero se podían oír los gritos y conversaciones de otras reclusas en celdas continuas. La joven se quedó en silencio, expectante y esperando a escuchar si alguien comentaba lo que yo acababa de decir. Pero como al parecer, nadie oyó nada, continuó diciéndome, en esta ocasión, con más ternura:
- Esta tarde nos vamos de esta maldita pocilga, hoy es nuestro gran día, así que no lo arruinemos, mantengámonos prudentes, como lo hemos hecho hasta ahora, ¿si?
- ¡No entiendo qué está pasando, pero me voy ya mismo de acá!
Me puse de pie y estaba a punto de gritar para llamar a algún guardia que pudiera sacarme de allí, cuando la muchacha colocó ambas manos sobre mis hombros y dijo:
- Sé que estás ansiosa, yo también lo estoy, pero necesito que estés calmada, Lucy. Por favor, confiá en el plan, hermanita.
- ¿De qué estás hablando? ¡Me llamo Lorenzo! – Le grité mientras la apartaba. Pero al oír mi propio grito ya no pude dejar de notar que mi voz sonaba demasiado aguda… y femenina. ¡No, esto no puede estar pasándome! Examiné mis manos: se habían vuelto pequeñas y delicadas. Sujeté mi cabello: era largo, lacio y dorado como el sol. Toqué mi pecho… creo que no es necesario dar más detalles. Me había convertido en una mujer: en Lucy, la muchacha prófuga. No pretendo que entiendan lo que se siente sufrir un cambio así de drástico, tampoco los insultos que pronuncié, y que ni sabía que existían, supongo que esa clase de situaciones nos tornan creativos. Una seca bofetada de la muchacha, me sacó de mi estado de histeria.
- Lucy, ¡Calmate! Ya va a venir María a buscar las sábanas sucias, y no tiene que sospechar.
En seguida, apareció una celadora:
- Clara, ¿Ya están listas las sábanas?
- Sí, María, ya está todo listo. Muchas gracias.
Clara le entregó las sábanas con una sonrisa, y María se retiró. Por la manera en que celadora le pidió las sábanas a las otras reclusas, pude ver que Clara gozaba de privilegios y de muchos mejores tratos que las demás. La joven me miró con tristeza y dijo:
- Ya sé que nunca lo quisiste, pero yo necesitaba asegurarme de que nos pusieran en la misma celda y que te protegieran de las demás presas, sabés muy bien que acá sólo sobreviven las más fuertes; y nosotras no lo somos. Pero no te preocupes más, hermanita, hoy vamos a ser libres.
Sus palabras me dieron escalofríos. ¿Cuántas cosas habrá soportado Clara para proteger a Lucy? No pude contenerme y pregunté:
- ¿Por qué estamos en prisión?
- Sí, lo sé... desde el primer día en que llegamos a este infierno que no dejo de pensarlo. Ese ser despreciable que la vida nos dio como padre, nos golpeaba y abusaba sin el más mínimo remordimiento, y nadie lo encarcelaba, en cambio a nosotras sí. Pero, ¿sabés qué? Yo no me arrepiento de haberlo matado. Lo haría mil veces más antes de volver a ver sus sucias manos encima de tuyo. ¿Vos te arrepentís, Lucy?
No supe qué responder, esa pregunta no iba dirigida a mí. El sonar de una campana me salvó de tener que hacerlo: hora de lavar la ropa.
La prisión era muy pequeña y parecía sumamente antigua, el edificio había sido construido en la época colonial. La seguridad era mínima, no había más de dos guardias a la vista y ni siquiera iban armadas, tampoco había muchas prisioneras. Ese pueblo era tan pequeño y tranquilo que no se preocupaban por la seguridad de la cárcel, ya que casi nadie iba a parar allí, ni tampoco nadie se fugaba. Pude comprender por qué las hermanas consiguieron escapar… pues eso era lo que iba a suceder: escaparíamos con éxito de allí, como me lo mostró el noticiero unos momentos atrás, en la comodidad de mi sillón.
Comenzamos a lavar la ropa en un río que cruzaba la prisión. ¿A quién se le ocurrió la absurda idea de construir una cárcel en el paso de un río? Todo estaba demasiado regalado. Sin embargo, el caudal era sumamente violento, y el río estaba repleto de rocas afiladas.
- Clara, ¿vamos a escapar nadando contra la corriente y entre esas rocas? ¡Es una locura! – Le dije en un susurro.
- Ya discutimos esto, y vos fuiste la que propuso nadar, me sorprende que justo ahora me hagas este planteo. Además, la fuerza de este río no se compara a los kilómetros contra la corriente que nadábamos todos los días en el Aguado, que era por lo menos tres veces más caudaloso. Nadie nos supera en nado, y tu habilidad es mayor a la mía, Lucy, no sé a qué le temes.- Suspiró.- Te pusiste el traje de baño debajo de la ropa, ¿no?
Miré dentro de mi camisa y efectivamente tenía puesto un traje de baño. Parecía hecho a mano por la propia Lucy… realmente hace mucho tiempo que planeaban esta fuga. Afirmé con un gesto de la cabeza. Clara continuó:
- Mi contacto ya ha confirmado que la camioneta que nos llevará a la frontera estará a las siete en punto en donde acordamos. Sólo contamos con cuarenta minutos para llegar, así que en cuanto María mire para otro lado, nos sacamos esta porquería de ropa y nos tiramos al agua, ¿entendido? - No acabé de asentir, cuando María se fue hacia otro sector a controlar a las demás reclusas ¡Nuestra oportunidad!
A pesar de que yo, Lorenzo, no sé nadar y me ahogaría en mi propia bañera, el cuerpo de Lucy recordaba perfectamente cómo desplazarse en el agua con la facilidad de un pez. Nadamos treinta minutos sin parar contra la furiosa corriente ¡Ya quisiera tener ese estado físico! Las rocas nos hacían muchos cortes y lastimaduras.
Al salir del río, comenzamos a correr entre los manzanales de una quinta. No podíamos seguir los caminos convencionales, así que debimos arrastrarnos por canales embarrados en los cuales fluían hilos de agua. Evidentemente, ese pueblo se dedicaba a la producción y explotación de la manzana, pues por donde íbamos, pasaban personas con canastos llenos de este delicioso fruto, o toneles cargados de jugo. Si no hubiera sido por el hecho de que me estaba arrastrando en el lodo como un gusano, habría disfrutado muchísimo de los aromas y colores de aquellos cultivos.
Ya había transcurrido poco más de media hora de nuestra fuga, cuando alcanzamos una región totalmente llana.
- Lucy, luego de que crucemos esta llanura llegaremos a la carretera donde nos espera la camioneta. Pero debemos pasarla rápido, pues es muy fácil que nos vean aquí, estamos demasiado expuestas.
- ¡Hagámoslo! – Respondí y comenzamos a correr con todas nuestras fuerzas. Por extraño que pueda resultarles, ya no pensaba en que debía estar sentado en mi casa viendo tv, lo único que me interesaba en ese momento era que Lucy y Clara consiguieran su añorada libertad. Tantas injusticias sufridas… tanto esfuerzo, tanta voluntad, ¡tenían que obtener frutos! Vi a lo lejos la sombra de un hombre con una escopeta.
No me pidan que detalle cómo se siente morir, o la sensación de tener una bala en el medio del corazón. Sólo recuerdo que escuché un fuerte disparo y luego estaba en el suelo, con todo el traje de baño ensangrentado y retorciéndome del dolor.
- ¡No! ¡Dios mío, Lucy! – Clara lloraba y me abrazaba desesperadamente.- ¡Por favor resistí, hermanita! ¡Resistí!
Ya no sufría dolor, ni siquiera sentía el cuerpo. Tampoco tenía muchas fuerzas; sin embargo, antes de morir, fui capaz de decirle unas palabras a Clara… aunque realmente no fueron mías, alguien más habló por mí:
- Clari, toda tu vida la dedicaste a protegerme, y no hay hermana más afortunada en el mundo que yo. Ahora estoy muriendo aunque no lo quieras, y si me amás, vas a correr hasta la carretera y ser libre. No existe otra cosa que pueda hacerme feliz más que eso.
A continuación, mi visión se tornó nublada, pero pude ver cómo Clara me daba un dulce beso y comenzaba a correr con muchísima velocidad. El policía que me disparó no estaba estaba acompañado, y tampoco había hecho tiempo de avisarle a los demás, por lo tanto sólo era él contra Clara. Lamentablemente ya no pude ver lo que ocurría porque todo fue absoluta oscuridad y silencio: yo había muerto.





Escuché a lo lejos sonar un timbre de manera persistente.
Era Martín, que solía venir a esa hora para ver los partidos de fútbol conmigo. Cuando reaccioné y terminé de comprender que no estaba muerto, y que me encontraba en el living de mi casa, corrí a abrir la puerta.
- Disculpá Martín, es que me pasó algo muy extraño. Hace un rato vi en las noticias que dos hermanas se escapaban de prisión… después me quedé dormido y soñé que mataban a una de ellas.- No quise decir que en el sueño yo mismo había muerto también, me resultó muy incómodo. Pero eso daba igual porque Martín sólo pensaba en no perderse el partido.
- Je, vos siempre en tu mundo, ¡eh! … ¿Dónde está el control remoto?
Lo encontró y encendió la tv. Estaba en el canal rural donde había visto la noticia de la fuga de Lucy y Clara, pero Martín cambió inmediatamente en busca de fútbol.
- ¡No! ¡Volvé al canal anterior!
Sin comprenderlo, me hizo caso. La periodista estaba sumamente alterada mientras decía: “Repito, la menor de las hermanas prófugas ha sido baleada y muerta. La mayor de ellas ha logrado escapar, y testigos afirmaron haberla visto cruzar la frontera en una camioneta…”.

- Che, Martín, hoy no voy a tomar cerveza mientras vemos el partido… creo que voy a necesitar algo más fuerte.

4 comentarios:

Ariadna dijo...

Yo he tenido sueños así... no premoniciones, pero sí muy extraños sueños donde podía nadar (y no sé), fumar (y no sé tampoco), bajar escaleras de a 20 escalones (y no sé volar)... Querer gritar y no poder! También estuve en la piel de hombres... Pero eso de que me maten... nunca... y siempre me pregunté cómo sería...

MOZART dijo...

Yo sí he muerto varias veces en sueños, y es como lo describe Lorenzo. Sin embargo, cuando muero, sé que estoy dentro de un sueño, y procuro no despertarme y revivir a los pocos instantes jajaja Simplemente se ve todo negro, como si cerrara los ojos. Pero tal vez, para cada persona la experiencia sea diferente.
Muchas gracias por tu visita y por leerme!! :)

Mozart.

0nironauta dijo...

Yo también he recibido un disparo en sueños. Lo que más me llamó la atención es que no sentía dolor, pero sí una especie de angustia.

Y el impacto en el pecho, eso sí que lo sentí, jeje. Después fundido a negro, efectivamente.

MOZART dijo...

Exactamente así me sucede a mí cuando muero en sueños.

Una noche, soñé que era una mafiosa y me mataban 4 veces y volvía a revivir... mis agresores ya no sabían que hacer, me balearon, me tiraron al río, me dieron una paliza y volvieron a balearme jajaja. Pero no voy a contar más porque seguro escriba sobre ese sueño más adelante.

Mozart