martes, 2 de diciembre de 2008

Capítulo I: La Reina de Corazones

El examen fue muy duro, realmente estaba agotado. Los medios constantemente nos recuerdan los peligros de la calle pero, cuando vi cómo la sombra de aquel árbol refrescaba el verde césped de la plaza, no lo dudé un instante y me entregué a lo que en un principio califiqué como “una pequeña siestita al aire libre”. Observé a los automóviles pasar a lo lejos. El brillo de un convertible amarillo me cegó un instante, y cerré los ojos… al abrirlos me encontraba recostado en el asiento de un tren.
Me incorporé y observé el vagón: estaba totalmente vacío, y tenía un estilo muy antiguo, pero deslumbrante y reconfortante, era perfecto para emprender un viaje rodeado de belleza y comodidades… ¿Emprender un viaje? En primer lugar yo no estaba viajando a ningún lado, simplemente me había recostado a descansar en una plaza, entonces ¿qué diablos hago en un lujoso tren en marcha? Repentinamente noté algo que la sorpresa no me había permitido asimilar: por las ventanas sólo se veían las nubes y el cielo azul. Abrí una de las ventanillas y asomé mi cabeza en busca del suelo, pero fue en vano: el tren transitaba por unas vías que parecían nacer de las nubes. ¡Debo estar soñando! Intenté con todas mis fuerzas despertar, pero no pude. Comencé a darme bofetadas cada vez más fuertes para confirmar si sentía dolor… el horrible ardor que no se iba de mi rostro, me confirmó que fue una mala idea. No había dudas de que estaba despierto. Dios mío, ¿acaso estoy loco? ¿Cómo puede ser esto posible?
Para mi sorpresa, la pregunta fue respondida:
- No creo que estés loco… pero digamos la verdad, tenés cara de chiflado.
Me volteé bruscamente, y vi sentada en la fila de al lado a una joven de cabello rubio que llevaba un largo vestido azul. Tenía una sonrisa moderada, oculta en la comisura de los labios, pero el brillo pícaro y burlón en la mirada la delataba.
- Y esa expresión no ayuda. – Agregó, con un ademán de consejera.
- ¿De dónde saliste? – Atiné a preguntar, con un toque de desesperación en la voz.
- Hola, me llamo Alicia, ¡Para mí también es un gusto conocerte! – Respondió con sarcasmo.
- Perdón, Alicia, es que no entiendo qué es lo que hago acá. Soy Lorenzo.
- Bueno Lorenzo, a mí no me interesa de dónde viene la gente, sino a dónde va.
- Es que tampoco sé a dónde voy…
- ¿Tenemos un pequeño problema de identidad?
- ¡No! Me refiero a que no sé hacia dónde se dirige este tren. – Las burlas de Alicia me hacían perder la paciencia, pero ella era la única presencia humana que tenía a mano.
- ¡Pero eso es evidente! ¡Todo el mundo lo sabe! No me digas que te subiste al tren sin saber hacia dónde va…- Alicia giró los ojos como si estuviera hablando con la persona más estúpida que había conocido.
- ¡Yo no me subí! ¡Simplemente aparecí acá!
- Mnnn… Ajá, comprendo. – Musitó adoptando la actitud de quien le da la razón a un loco.
- ¿Es que no hay nadie más en este tren? ¿Alguien con un poco de sentido común que pueda ayudarme? – Grité con un hilo de voz.
- ¿Qué querés decir con “sentido común”? – Respondió una tercera voz.- Porque hasta donde yo sé el sentido sólo puede ser “mano” o “contramano”… ¿Qué dirección adoptan los automóviles que van en sentido común?
El dueño de la voz era un hombre que estaba en la esquina contraria del vagón, con una sincera expresión de duda, y un sombrero arrugado entre las manos.
- ¡¿De dónde salió usted?! – Alcancé a articular.- ¿Fui secuestrado por extraterrestres o me han drogado?
- Yo le veo cara de drogado.- Dijo una cuarta voz.
- Yo, de alcohólico. – Afirmó una quinta.
- Y yo más bien le veo cara de vendedor de zapatos. – Agregó una sexta.
Repentinamente, todos los asientos del vagón estaban colmados de personas que conversaban entre sí, reían y paseaban de un lado a otro. Yo no comprendía nada, pero tampoco alcancé a expresar mi desconcierto, simplemente me limité a abrir la boca como un asno.
Un diminuto y arrugado anciano se me acercó y con un poco de dificultad me dijo:
- Este tren se dirige al Reino de los Corazones, joven. Donde domina la majestuosa Reina de Corazones.
- ¿Y eso en qué país queda?... ¿Reina de Corazones? – El nombre era absurdo, ¿qué le pasaba a esa gente por la cabeza?
- Sí, nuestra soberana y dueña de nuestros corazones. – Respondió el anciano, con solemnidad.
- Nunca oí hablar de algo así… - Mi actitud evidentemente era de incredulidad, pero nadie parecía notarlo.
- ¿De dónde venís, forastero? – Preguntó una señora regordeta de sombrero amarillo que había estado escuchando con atención nuestra conversación.
Sin embargo, no pude responder, pues mi atención se centró en el anciano, que repentinamente comenzó a brillar y a despedir destellos de luz.
- ¡¿Qué le está pasando?! – Le pregunté a Alicia, totalmente sorprendido.
- Su tiempo se terminó. El reloj del abuelo dio la hora indicada.- Me respondió, cerrando los ojos para que no le afectaran los fuertes rayos de luz.
El anciano, entre luces y destellos, comenzó a rejuvenecer repentinamente. Era como ver una película mientras se la rebobina. En un instante, se convirtió en un muchacho fuerte y rebosante de vida que saltaba de un lado a otro festejando su juventud. Pero su alegría duró muy poco, pues el proceso continuó, y de su boca ya no salieron palabras: se había vuelto un bebé de sólo unos meses, pequeño e incapaz de hablar, por lo cual, sólo podía llorar a gritos… ¡y vaya que lo hacía!
Alicia lo tomó en sus brazos con ternura y lo tranquilizó. Luego me miró y dijo:
- Todos los ciudadanos del Reino de los Corazones tenemos un reloj en el castillo de la Reina que representa nuestro tiempo de vida. Cuando ese reloj da cierta hora, predeterminada por nuestro destino, éste comienza a retroceder, y nosotros nos volvemos pequeños hasta desaparecer. El abuelo no desapareció porque vivió tantos años, que el giro de la aguja se agotó y a él aún le quedaban algunos meses suficientes para ser un bebé y seguir permaneciendo en este mundo.
- ¡Si no lo hubiera visto con mis propios ojos no lo creería! ¿Y por qué los relojes están en el castillo de la Reina? – Pregunté.
- Porque la Reina es una gran bruja que se encarga de que se respete el tiempo destinado, además, ella consume el tiempo que nosotros perdemos al morir y se mantiene siempre joven y fuerte, en perfecto estado para seguir gobernando nuestro hermoso reino.
- Pero eso es injusto, ¿Por qué ustedes deben morir para que ella viva eternamente?
- No, ella sólo aprovecha el tiempo que de todos modos se desperdiciaría cuando las personas mueren. Nosotros queremos que ella se mantenga con vida, porque gracias a su magia y gran sabiduría nuestro reino se ve libre de pestes, guerras y hambre.
- Mnnn… no termino de comprenderlo. De todos modos, si ella es tan poderosa como vos decís, tal vez pueda ayudarme a regresar a mi hogar, ¿verdad?
- Puede que sí, puede que no… quién sabe…- Respondió Alicia, nuevamente con el brillo de la burla en la mirada. Ya me había sorprendido que emitiera tantas oraciones sin mofarse de mí. Pero yo no estaba en condiciones de exigir, así que rogué:
- ¡Por favor, Alicia, decime de qué manera puedo encontrar a la Reina de Corazones!
- Tal vez te diga la manera, pero vas a tener que cambiarle los pañales al bebé-abuelo antes. - Respondió con expresión triunfal.
- Alicia, no mortifiques al joven forastero.-Intervino la señora del sombrero amarillo.- Querido, la única manera de ver a la Reina es concentrándose y deseando profundamente estar frente a ella.
- ¿Sólo con desearlo? –Pregunté incrédulo.
- ¡Sí, pero no dudes! Si dudás, no vas a conseguir nada, Lorencito…- Respondió Alicia, metiéndose donde no la llamaban y burlándose de mí al mismo tiempo.
- Está bien, voy a concentrarme. – Dije, y cerré los ojos poniendo toda mi atención en el propósito de encontrar a la Reina y pedirle que me ayude a volver a mi lugar de origen.
- ¡Bien hecho, forastero! ¡Ya te estás yendo! Dale mis saludos a la Reina.- Gritó contenta la señora.
Abrí los ojos y vi cómo mis manos se volvían polvo y desaparecían en el aire. Antes de desaparecer totalmente dije:
- ¡Realmente está funcionando! ¡Y sólo bastó con desearlo!
- Es que así funcionan las cosas en los sueños, niño.- Respondió con ternura la señora del sombrero.
- ¿Qué? ¿Entonces eso significa que estoy soñando?- Me apresuré a preguntar, totalmente anonadado.
No pude oír la respuesta pues desaparecí de aquel vagón, pero alcancé a ver a Alicia mirándome y riéndose a carcajadas, como si yo hubiera dicho algo sumamente gracioso. Repentinamente sentí un fuerte mareo, como si me hubieran puesto de cabeza… ¡Y realmente estaba de cabeza! Tardé varios minutos en darme cuenta de que estaba caminado en el techo de un enorme y oscuro castillo. Al parecer, en aquel lugar la fuerza de gravedad provenía del techo en lugar del suelo. Cuando me acostumbré a la extraña sensación, comencé a caminar y a notar detalles como el extremo silencio y soledad que reinaban en aquel castillo; parecía un lugar en el cual hace años no habitaban personas.
Lorenzo, es por aquí”, pude oír una voz inexpresiva que llamaba dentro de mi cabeza y me hacía dirigirme hacia el final de un largo pasillo. Aquél, parecía ser el salón principal del castillo, enorme, bello e imponente… sin embargo no puedo dar muchos detalles, pues mis ojos se posaron en la mujer sentada en el gran trono plateado del centro de la sala. Sus vestidos eran largos y apagados, y como corona sólo llevaba una fina tira de diamantes. Pero la presencia de la dama en su totalidad era sobrenatural, suprema; y a pesar de que yo la miraba al revés, pues seguía de cabeza en el techo, pude apreciar su gran belleza.
- Lorenzo, vienes para que te devuelva a tu mundo, ¿verdad?- Preguntó sin rodeos la Reina. Ella no movía los labios para hablar, sino que yo oía sus palabras directamente en mi interior.
- ¿Entonces este no es mi mundo? ¿No estoy soñando? – Mi voz sonaba un tanto desesperada.
- Las preguntas no se responden con otras preguntas. – Dijo, manteniendo el mismo rostro inexpresivo.
- Perdón, es que desde que llegué a este lugar no soy capaz de entender nada… todo pasa tan rápido y nada tiene sentido… ni siquiera sé cómo es posible que yo esté de cabeza en el techo hablando con usted sentada allí abajo… - No terminé de exponer mis desventuras, pues me interrumpió:
- El tiempo no es oro, Lorenzo, el tiempo es vida. ¿Existe algo más preciado que la vida? Te hice una pregunta muy simple a la cual debías responder “sí” o “no”, para que yo pudiera darte una solución y así marcharías sin demoras. Pero en cambio, elegiste robar mi tiempo con tus rodeos, es decir, robar mi vida.
¡Sí que tenía poca paciencia aquella reina! Yo comencé a transpirar de los nervios frente a sus palabras, pero su rostro continuaba impasible, como el de una muñeca.
- Ahora tendrás que pagar el precio de haber tomado mi tiempo sin permiso.- Con un movimiento de dedos a la distancia me inmovilizó, y luego sentí como una mano invisible arrancaba instantáneamente y de raíz un gran mechón de mi cabello. Vi cómo mi rizo voló hacia sus manos y lo guardó con cuidado en un pequeño cofre que tenía a su lado. Luego noté que podía moverme nuevamente, y lo primero que hice fue llevar mi mano hacia el pequeño hueco en mi cabeza, que ahora estaba desnudo de cabello. En ese mismo momento, pude observar que sacaba algo de las mangas de su vestido: era un pequeño reloj que brillaba de manera tenue pero constante.
- Este reloj es tu tiempo, Lorenzo.- Dijo cerrando los ojos y disponiéndose a ejercer su magia sobre él. Instantáneamente sentí un escalofrío en la espalda y grité:
- ¡No! ¡No se robe mi tiempo! ¡No es justo!
Vi cómo las agujas comenzaban a retroceder y cómo mi cuerpo se hacía cada vez más joven y pequeño. Iba a morir en aquel extraño lugar, y por el motivo más absurdo que podría imaginarse. Pude observar mis manitas de bebé y oír mi propio llanto, agudo y escandaloso. Luego, sentí un fuerte mareo y que volvían a darme vueltas, pero esta vez ya no estaba de cabeza, sino recostado… ¡Recostado en el dulce césped de la plaza!
Finalmente, todo había sido un sueño, un extraño y desagradable sueño. Tomé mi bolso y me disponía a irme de allí a toda prisa, cuando vi que a lo lejos se acercaba un compañero de clases a saludarme:
- ¡Lorenzo! Pensé que ya estarías en tu casa, ¿Qué hacés por acá todavía? No sé para qué pregunto, si te quedás dormido en todos lados, y parece que volviste a hacerlo. ¡Siempre estás en tu propio mundo! – Rió.
Yo no tenía deseos de conversar, así que me limité a sonreír con desgano y asentir.
- Ya debo irme, me esperan en casa. - Se alejó mientras hacía gestos de despedida.- ¡Ah! Y qué extraño que es tu nuevo peinado… pero ya sabés que yo no entiendo nada de modas. Bueno, ¡nos vemos mañana!
¿Nuevo peinado?... Instintivamente llevé mi mano al rincón izquierdo de mi cabeza y toqué el hueco de calvicie que la Reina de Corazones dejó allí luego de arrancar el mechón.

8 comentarios:

helike dijo...

Flor:
Qué bueno que empezaste a escribir, la acabo de leer y me pareció muy interesante. Tenés mucha habilidad para escribir, y además, mucha imaginación...
No pensaste en subir también la historieta?

A propósito... tengo que hablar con vos sobre las que me prestaste

Ah, ya te linkeé en mi blog

Un beso!!

MOZART dijo...

Me alegro que te haya gustado! Vos siempre seguís mis historias aunque sean malísimas XD Gracias por tu apoyo :)
La historia está inspirada en un sueño que tuve hace unos meses que me gustó mucho (vos viste la versión en historieta que hice del mismo), y como se trata de la Reina de Corazones, en cierto modo, este 1er capítulo es un pequeño tributo a Alicia en el País de las Maravillas (por eso la chica del tren se llama Alicia).

No creo subir ninguna de mis historietas, sólo escritos.
Gracias por visitarme y leerme, amiga :)


Mozart.

Unknown dijo...

hmm, esto en mi barrio se llama plagio, se parece mucho al cuento q escribi una vez:

"esteban, el plomero"

MOZART dijo...

XDD

0nironauta dijo...

¡Muy interesante!

Una pregunta, cuando decís historietas ¿Os referís a comics? Por aquí les llamábamos tebeos, pero últimamente la gente siempre dice comics. También se decía historieta, pero desgraciadamente creo que ya se ha perdido ese término.

Muy divertidas las referencias a Alicia.

¿Conoces El espejo en el espejo, de Micheal Ende? Si no lo has leido tienes que hacerlo ¡Ya! Te va a gustar, espero.

Bueno, voy a leer los demás capítulos, ya que por suerte tengo algo de tiempo hoy.

MOZART dijo...

Sí, en Argentina aún le llamamos "historietas" a los comics, aunque también usamos el término "comics" muy a menudo. Sin embargo, a veces se reserva "comic" para referirse específicamente a los de proveniencia norteamericana o europea.
Pero por lo general, cualquiera de las 2 formas se usa. "Tebeos" no común escucharlo.


No he leído El espejo en el espejo, pero si me lo recomendás, lo voy a buscar y cuando lo lea te digo qué me pareció :) gracias por la recomendación!


Mozart.

" LRDA "RACKET dijo...

yo lo unico k lei fue " la colina de Wathershp " o algo asi , y estubo exelente , hoy despues de 20 años estoy esperando encontrarme con un libro k no me suelte !! jejeje , te felicito lococ, ah , no lei todo , pero el principio me gusto eso de " el rincon " y la historia de la panadera!! jojoj Re fumona la panadera!!!!!! RACKET

MOZART dijo...

JAJAJAJAJA XD

Quién sos?